Inalcanzable...




Ella es hermosa. 
Ella es como una pluma deslizándose en el viento.
Magia y tragedia al mismo tiempo; magia, porque es arte en su más pura expresión, manifestando una gracia monumental en su descenso.
Tragedia, porque sin ninguna razón aparente provoca que nazca en ti la necesidad de ayudarla.
Después, te encuentras a ti mismo tratando de atraparla, tratando de salvarle de su fastuoso descenso y, finalmente, del suelo, de su fin. Pero fallas, porque al tratar de hacerlo, al cerrar tus dedos para atraparle, provocas una corriente de aire que la eleva de nuevo. 
Ella se escapa, saltando entre una y otra corriente de aire de cada nuevo intento, entre tus dedos, de tus manos.
¡Dios! es hermosa en todo momento, tanto que cuando compartes un momento con ella no te queda duda de que ése momento es único y hermoso hasta que llegue su final, hasta que deje el aire y finalmente toque el suelo.
En ése momento entiendes dónde radica su magia, su arte, su tragedia, a ella, su libertad, su mismísima belleza, pues, aún cuando el final es evidente, ella ha encontrado la forma de vivir; ella no te necesita, pero si eres lo suficientemente paciente, te quedas muy quieto y extiendes tus manos acunadas, quizás ella se pose en ti.
Finalmente, después de todo, te das cuenta de que es parte de su encanto y que ella es sorprendente, que el sólo hecho de ser testigo de su existencia te hace redefinir todas tus palabras. Porque ella siempre será hermosa, porque, de alguna manera sabes que, ella nunca tocará el suelo.

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