4:30 am.
Una habitación mediana sumida en la oscuridad,
silenciosa, excepto por el ronroneo del
aire acondicionado. La irradiación de sus números verde fosforescente que
marcan 18 grados de temperatura iluminan débilmente dos cuerpos tendidos en la
cama, dormidos como dos volcanes que comparten la misma sabana.
Una “Ella”
reposa del lado izquierdo en media posición fetal, su cuerpo cubierto con una
delgada sabana azul cielo, que palidece hasta el blanco debido a la luz que la
baña, sólo hasta arriba de sus hermosos y redondos senos medianos que apenas se
dibujan sobre el manto que los cubre. Al lado derecho descansa un “Él” dándole la espalda con la misma
posición que ella.
De
pronto Él comienza a regresar del “mundo de los sueños” con torpes y
aletargados movimientos que buscan encontrar una posición que en su comodidad
lo hagan regresar a soñar, pero algo
más fuerte lo impide, su voluntad. Él
quiere despertar, es su deseo.
Después de una corta batalla, finalmente ya
consciente en el mundo de los vivos abandona su letargo y su media posición
fetal para recostarse boca arriba mirando hacia el techo, tratando de recordar
que lo ha traído de vuelta a la realidad.
Se lleva su mano izquierda detrás de la nuca provocando con esa flexión que sus
bien definidos músculos de su brazo se tensen. Entonces sonríe, lo recuerda, sabe qué lo ha traído de vuelta. Voltea hacia su izquierda y ve esa
encorvada y pequeña espalda desnuda débilmente irradiada por la luz de aquellos
numeritos fosforescentes, su respuesta,
Ella.
En su rostro se dibuja una perversa sonrisa
llena de deseo y de ansias que aumentan mientras la contempla. Se gira completamente
sobre su lado izquierdo y apoya todo su peso sobre su antebrazo izquierdo para
equilibrarse. Su mano derecha cruza furtiva en la oscuridad esa pequeña
frontera que los separa y con ella le recorre por encima, sin tocarle, esa
seductora curva que dibuja su columna vertebral. En una habitación tan
silenciosa su respiración que antes pasaba desapercibida ahora pareciera haber
sido amplificada cien veces y el ritmo de su corazón mil más. Su aventurera
mano avanza un poco más hasta su cuello y luego hasta su frente donde
finalmente la retira para poder moverse completamente hasta ella y sentir el
roce de su cuerpo desnudo junto a ella.
El cuerpo de Ella todavía sumergido en el otro
mundo no se inmuta. Él la contempla un poco más, su cuerpo tiembla con cada
respiro debido al cúmulo del deseo que aumenta segundo a segundo. Así pues cae
la primera gota de lluvia de un huracán que está por tocar tierra, le da
un delicado beso en el hombro derecho
con esos delgados pero carnosos labios suyos, tal como lo haría una gota de
lluvia que aterriza sobre el rostro de un niño que voltea hacia el cielo gris.
Al hacerlo exhala aire por la nariz, un suspiro caliente parecido al que
produce un mechero de un globo aerostático para elevarlo. El cuerpo de ella reacciona
débilmente ante el cálido estímulo, como lo haría un corazón al que se le
aplica una descarga con un desfibrilador. Él se estira y ahora su boca avanza y
suelta dos bombazos en puntos estratégicos, uno en el cuello y otro en la
mejilla, Hiroshima y Nagasaki. Ella suelta un suspiro como si le estuviese
haciendo falta el aire, como quién sale a la superficie después de haber estado
largo tiempo bajo el agua.
- Hola –Pronuncia Él muy cerca de su oído como
un sucio secreto. Ella no lo ve y no necesita hacerlo para saber que tiene esa
sonrisa que la mata, la de un niño travieso.
- Hola –Contesta Ella perezosamente mientras se
estira un poco y se acurruca sobre él. En automático Él la rodea con sus
fuertes brazos, formando una cadena hecha de músculos. Ella, aún con los ojos
cerrados y aletargada, siente su piel caliente, el fuerte y agitado latido de
su corazón y sus otros músculos también tensos y duros por lo que pregunta
–¿Sucede Algo?
- sí.
- ¿Qué?
- Estaba soñando.
- …yo también” –Corta ella con un más tono seco
y duro de lo que pretendía. Provocando un casi imperceptible desánimo en su
amante, pero al conocerlo como ella lo conoce a él, corrige al agregar – ¿Qué
soñabas? –mientras echaba su cuerpo un poco más hacia él.
- Hay muchos Qué en mi mente, sería mejor preguntar con quién soñaba.
- ¡oh! ¿sí?, Bueno ¿y con quién soñabas?” –aún
perezosa trata de seguirle el juego.
- Contigo
- ¡Oh! Interesante ¿y has despertado para
decirme que soñabas conmigo?
- ¡Por supuesto que no! No interrumpiría mis
sueños para algo como eso –le dice con tono neutro como siempre que dice la
verdad.
- ¿Y por qué lo harías entonces? –Le inquiere
ella ahora ya con la curiosidad y la mente más despierta.
- Para mostrarte qué soñaba –La gira hacia él y la besa con desenfreno, como si no
lo hubiera hecho nunca y no fuera hacerlo nunca más, contagiándola en poco
tiempo con el mismo fuego que arde en sus venas y que ahora también se propaga
en las de ella. Ruedan besándose sobre la cama varías veces hasta que él queda
sobre ella. Ella coloca suavemente sus manos sobre el fuerte y amplio pecho de
él y lo empuja con gran sutileza. Lo separa un momento para decir jadeante – ¿Así
que me besabas? ¿Me despertaste sólo por un
beso? ¿No fueron suficientes los de hace unas horas?
Él ríe malicioso por lo bajo y responde –En orden a tus preguntas; Sí, te besaba, sí, te desperté para besarte y no, tus besos nunca son suficientes… -Hace una pausa y añade acercándose mucho a ella –…y algo extra, no sé cómo continua mi sueño y tampoco sé el final, así que por qué no cooperas y hacemos algo que mis fantasías nunca podrán –termina la frase besándola nuevamente, mientras lo hace siente como ella sonríe y se deja llevar envolviéndose así en una flama incandescente de la que solo serán testigos su cama, una pálida sabana y aquellos numeritos fosforescentes.
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